miércoles, 23 de enero de 2013

No soy Tom Brady

Tom Brady y Drew BledsoeBill Belichick dijo que me daría la oportunidad de "trabajar de regreso a la alineación titular".

La verdad es que nunca recibí esa oportunidad.
Cuando los médicos me dieron luz verde para regresar, en la Semana 10 del 2001, Belichick me prometió que me dejaría competir con Tom Brady de martes a viernes, antes de decidir quién sería titular el domingo.
Para que la competencia fuera justa, sin embargo, el entrenador en jefe tendría que habernos dado la misma cantidad de jugadas a cada uno en las prácticas. No fue así. A mí me dio sólo 20 jugadas. Le dio el resto a Brady, y lo nombró titular para enfrentar a los Rams.
Perdimos el partido, 24-17, en el viejo Foxboro Stadium.
Pese a la derrota, para muchos la imagen de Brady salió fortalecida de ese juego. St. Louis era una potencia de la liga por aquellos años, con el mariscal Kurt Warner, el corredor Marshall Faulk y los receptores Isaac Bruce y Torry Holt, y aún así el duelo resultó muy parejo. Pero yo lo veía distinto. A mí me pareció que el mérito de haber estado cerca de sorprender a los Rams había sido de Belichick y su excelente plan defensivo, y no de Brady, quien lanzó para apenas 185 yardas, con un pase de touchdown y dos intercepciones.
Con marca de 5-5, yo creí que era una buena instancia para empezar todo de nuevo. Imaginé que Belichick obedecería la añeja regla no escrita de la NFL, que impide que alguien pierda la titularidad por lesión, y me devolvería mi puesto, para arrancar otra vez de .500.
El primer arranque de .500 esa temporada, cuando estábamos 0-0, había sido poco auspicioso, lo admito. Perdimos los dos primeros juegos, y en el segundo sufrí el golpe que me sacó del campo por casi dos meses, cortesía de Mo Lewis, apoyador de los Jets.
En mi reemplazo, Brady había ganado cinco y perdido tres, y acá estábamos, 5-5, tras una derrota que nos había dejado listos para un nuevo comienzo.
Drew Bledsoe y Bill BelichickEl que más listo estaba era yo, seguro de que Belichick me devolvería las riendas del equipo. De mi equipo. Un equipo al que yo había sacado del anonimato, para llevarlo cuatro veces a playoffs y una vez al Super Bowl. Un equipo en el que nadie en la historia había lanzado para 3,500 yardas en una temporada antes de mi llegada, y luego yo superé esa marca en seis campañas consecutivas.
Sin embargo, en la Semana 11 del 2001 sucedió lo que yo menos esperaba. Ese mismo lunes, a la mañana siguiente de la caída ante los Rams, abrí el diario y me enteré de que Belichick estaba nombrando a Brady titular por el resto de la campaña.
Pero... ¿y la competencia por el puesto? ¿Y la derrota con St. Louis? ¿Y todo lo que yo había hecho por New England?
Lejos de reconocer que la semana anterior me había dado exageradamente menos jugadas a mí que a Brady, el entrenador en jefe explicó sus decisión con el siguiente argumento: repartir jugadas en los entrenamientos no le estaba permitiendo preparar adecuadamente al QB titular, y por lo tanto la competencia debía acabar.
La competencia terminó, pero la controversia no. A algunos les parecía inconcebible que Belichick se inclinara por un recluta de sexta ronda, que el año anterior había sido el cuarto QB en la plantilla, y no por un recluta Nº 1 global, que había sido titular desde el primer día y había demostrado ser un QB franquicia. Otros no podían creer que Belichick pusiera en el campo a un mariscal a quien los Patriots le pagaban menos de 300,00 dólares anuales, y dejara en la banca a un mariscal a quien, justo antes de la temporada, los Patriots le habían dado un contrato de 10 años y 103 millones de dólares.
¿Dónde se había visto algo así?
Ah, sí, en Cleveland, donde Belichick había tenido cuatro temporadas perdedoras en cinco años como entrenador en jefe, y había enfurecido a los fanáticos al banquear y luego cortar al emblemático Bernie Kosar, para reemplazarlo por el impredecible Vinny Testaverde. Mientras Testaverde dedicó su carrera a mudarse constantemente de ciudad y terminó jugando en siete equipos distintos, Kosar habría dedicado toda su carrera a los Browns... si Belichick no se lo hubiera impedido.
Ante la decisión del entrenador en jefe, opté por resistirme al impulso de expresar mi desacuerdo, y me enfoqué en ayudar a Brady.
Bajo la conducción del joven ganamos el resto de los partidos de temporada regular y fuimos directo a la ronda Divisional, para recibir a los Raiders bajo una tormenta de nieve, en lo que sería la despedida de Foxboro Stadium.
Pensé que habíamos perdido el juego cuando, abajo por 3 puntos y 1:47 en el reloj, el esquinero Charles Woodson vino en jugada de carga, capturó a Brady y provocó un balón suelto, que el apoyador Greg Biekert recuperó para Oakland.
Drew Bledsoe y Tom BradyMientras los árbitros revisaban la acción en la repetición instantánea, nosotros en las laterales pensábamos que era el final. Pero los jueces invocaron una norma no muy conocida del libro de reglas, llamada "tuck rule", o "regla de guardado", la cual establece que si el mariscal pierde el balón mientras está moviendo el brazo hacia delante, aunque no lo esté haciendo con intención de lanzar el ovoide, sino con intención de guardarlo, la jugada se considera pase incompleto. La regla fue creada para librar a los árbitros de la difícil tarea de juzgar la intención. Con esta regla, la intención se vuelve irrelevante: no hace falta juzgar qué era lo que deseaba hacer el mariscal. La norma indica que es pase incompleto en todos los casos en que el pasador esté moviendo el brazo hacia delante, sin importar para qué lo esté haciendo. La idea es desactivar así cualquier discusión, pero la discusión de esa jugada siguió activa por muchos años.
En esa serie revivida, Adam Vinatieri empató el juego con una patada de 45 yardas que parecía imposible de convertir bajo la nieve, y luego lo ganó con una de 23 yardas en tiempo extra.

Tras la victoria que muchos consideraron injusta, aunque fue perfectamente legal, nadie nos daba como favoritos en nuestro viaje a Heinz Field, donde disputaríamos el Campeonato de la AFC ante los Steelers, por un boleto al Super Bowl.
Drew Bledsoe
Con ventaja de 7-3 en el segundo cuarto, gracias a una devolución de patada de despeje para touchdown del multiuso y multitalentoso Troy Brown, Brady abandonó el partido en medio de una serie ofensiva, por un esguince de tobillo. Yo completé la marcha con un pase de touchdown de 11 yardas a David Patten, y no cometí errores graves el resto del partido, para sostener un improbable triunfo en Pittsburgh.
El propio Lee Flowers, autor de la tacleada que sacó del campo a Brady, admitió después del partido que, al contrario de lo que sucede cuando un equipo retira del juego al QB titular contrario, en este caso no hubo optimismo en las laterales de los Steelers
"Ninguno de nosotros estaba celebrando", declaró el profundo de Pittsburgh. "Sabíamos que ingresaría al campo un mariscal de campeonato. Los Patriots no le habrían dado más de 100 millones de dólares si hubieran pensado que no lo era".
Drew Bledsoe y Tom BradyTras la hazaña en Heinz Field, renació la controversia en New England: ¿quién sería el titular en el Super Bowl XXXVI ante los Rams?
Yo entendía que lo sucedido en la Final de Conferencia me daba la ventaja. No por mi actuación, que no había sido espectacular, sino porque el contraste era clarísimo: mientras el chico nuevo había salido por un esguince de tobillo, yo había demostrado ser de hierro durante mis sacrificados años en New England. Había operado detrás de una línea ofensiva con serios huecos, había sufrido innumerables capturas, me habían hecho tragar pasto en todos los estadios de la NFL, y aún así jamás había abandonado el campo.
La única vez que salí del emparrillado, fue para ir directo al hospital. Aquel golpe de Mo Lewis, en la Semana 2, me había reventado una arteria del pecho. Me tuvieron que internar de urgencia y entubarme, para que la sangre que salía de mi cuerpo volviera a él.
Se pensó que estaba en riesgo mi carrera, pero regresé en menos de dos meses, con una cicatriz en el tórax que me recordaba que me habían hecho explotar una arteria.
Yo jamás habría dejado un partido por un esguince de tobillo; muchos menos una Final de Conferencia. Habría hecho que me vendaran el pie con toda la cinta que hubiera en la enfermería, y habría seguido jugando. Era tan poco grave la lesión de Brady que, pocos días después del triunfo en Pittsburgh, los médicos indicaron que el chico estaba listo para seguir adelante.
Era todo lo que Belichick necesitaba escuchar. Con el visto bueno de los doctores, el entrenador en jefe anunció que el titular en el Super Bowl sería Brady.
Una vez más, opté por cerrar la boca y respaldar al joven.
Pocas horas antes de la patada inicial en el Louisiana Superdome, Brady se echó a dormir en el piso del vestidor. Yo me quedé junto a él durante toda su siesta, asegurándome de que nadie lo molestara.

Brady tardó en despertar en el partido, pero, cuando lo hizo, guió al equipo a un triunfo que nadie creía posible, para coronar una temporada que nadie había imaginado.
Entonces llegó la peculiar encrucijada de los Patriots: decidir entre un veterano a quien le restaban nueve años de contrato, y un joven que era la sensación del momento.
Los Dolphins, rivales de división, habían enfrentado una encrucijada parecida, ocho años antes.
Tom Brady y Drew BledsoeDan Marino, uno de los mejores mariscales en la historia de este deporte, se lesionó el tendón de Aquiles en 1993 y quedó fuera por toda la temporada. En su lugar ingresó Scott Mitchell, a quien los Dolphins habían reclutado en la cuarta ronda del draft de 1990. Mitchell condujo la ofensiva de Miami como un verdadero experto, y cerca estuvo de llevar al equipo a los playoffs.
Tras la temporada, los analistas se preguntaban si los Dolphins debían apostar por Mitchell y canjear a Marino, para reforzar al equipo con selecciones altas de draft.
El entrenador en jefe Don Shula prefirió dejar ir al joven y quedarse con el veterano, y la movida resultó perfecta. Marino jugó seis temporadas más, en cinco de las cuales condujo a Miami a los playoffs, mientras coleccionaba récords de producción aérea.
Mitchell fue contratado por los Lions y tuvo una temporada magra en el '94. Al año siguiente se recuperó y llevó a Detroit a los playoffs, pero luego recayó otra vez. Terminó calentando la banca de los Lions, Ravens y Bengals, antes de ponerle fin a su carrera tras el 2001.
En ese mismo momento, tras el 2001, New England hizo exactamente lo contrario de lo que había hecho Miami con Mitchell y Marino. 
Belichick optó por el joven, y canjeó al veterano.
Para mayor humillación, me envió a las filas de un oponente divisional, como dando a entender que no me consideraba siquiera un mariscal de temer.
Es justo aclarar que, para mi sorpresa, pocos equipos hicieron ofertas tentadoras por mis servicios. Buffalo y Cincinnati eran dos de ellos. Cuando los Bengals se retiraron de la carrera, la única propuesta seria sobre la mesa era la de los Bills. Y no era tan seria que digamos.
Buffalo ofrecía una selección de primera ronda, pero no del draft de ese año, sino del 2003. Y además era una selección condicional. La condición era que yo jugara en al menos 12 partidos durante el 2002, y que los Bills llegaran a los playoffs. De lo contrario, el pick sería de segunda ronda.
Drew Bledsoe
New England rechazó la idea, y finalmente las partes acordaron el intercambio por una selección de primera ronda del 2003, sin condiciones, que los Patriots terminaron utilizando en el linero defensivo Ty Warren, tras ascender un lugar en una transacción con los Bears durante ese draft.
Yo estaba furioso.
A pesar de que, antes del canje, los Patriots declaraban públicamente que iban a tratar de retener a los dos mariscales --"se necesitan dos buenos QBs en esta liga", era la frase más escuchada--, yo veía mi salida como un desenlace inevitable. Sabía que era absurdo para los Patriots tener 103 millones de dólares en la banca. Así que mostré mi descontento, al no asistir al desfile de Super Bowl en Boston y saltearme algunas actividades voluntarias de temporada baja.
Después del canje, temí que mi arteria del pecho estallara de nuevo por la ira.
"Tengo mucho respeto por Brady; ha trabajado muy duro para llegar adonde está", declaré públicamente. "Pero muchos jugadores pueden hacerlo bien por un tiempo, por una temporada. Lo que define a un QB estelar es la manera en que lidia con los tiempos difíciles. Joe Montana, Dan Marino, John Elway, Jim Kelly. Todos ellos atravesaron experiencias difíciles. Los grandes mariscales son los que sobreviven y siguen jugando en un alto nivel".
Drew BledsoeEstaba insinuando que Brady podía ser un espejismo de un año. Estaba sugiriendo que los Patriots podrían arrepentirse de haber cometido el error que los Dolphins no habían cometido con Mitchell y Marino.
Sé que la historia me contradijo rotundamente, y que esa declaración luce ridícula ahora, pero ¿qué querían que dijera? Yo había puesto a New England en el mapa. Había soportado los golpes mientras el equipo se armaba. Había pasado por tres entrenadores en jefe y cuatro coordinadores ofensivos. El nuevo coordinador, Charlie Weis, estaba cambiando el personal y los esquemas de protección de la línea ofensiva. Podría haber sido yo quien cosechara los frutos de esos cambios, pero Brady me quitó la comida del plato. El chico recibió especial ayuda de Weis, quien instaló un sistema centrado en el corredor Antowain Smith, que reducía al mínimo las posibilidades de error del mariscal. El propio Brady se quejó en el 2002, cuando dijo que a ningún mariscal le gustaba "ganarse la vida dándole el balón al corredor".
A mí me agradaba mi nuevo destino. Buffalo tenía tres peligrosos receptores abiertos en Eric Moulds, Peerless Price y el entonces novato Josh Reed, y el coordinador ofensivo era un experto en juego aéreo: Kevin Gilbride, quien luego se iría con los Giants y derrotaría a los Pats en el Super Bowl XLII. Sin embargo, cuando Mike Vrabel, entonces apoyador de New England, me dijo: "Ey, estás uniéndote a un buen equipo. Yo lo veo como un equipo en ascenso. Tal vez no te diviertas en Buffalo, pero te divertirás jugando para los Bills", yo le respondí: "Mike, debes irte cuanto antes de Boston. Es la ciudad más negativa del mundo".
Por suerte para él, Vrabel no me hizo caso y ganó otros dos Super Bowls con New England. Por suerte para mí, Vrabel nunca reveló a la prensa lo que le dije. Habría sido injusto que esas palabras cobraran estado público en esos días, porque fue algo dicho en un momento de rabia. No reflejaba lo que yo sentía. O tal vez sí lo que sentía, pero no lo que pensaba. Y definitivamente no reflejaba lo que sentiría ni pensaría poco después.
Drew BledsoeNo tardó mucho en disiparse la rabia, en parte gracias a mis hijos, que me ayudaron a desdramatizar el asunto.
Comuniqué la noticia a mi familia en la habitación de un hospital en Whitefish, Montana. Allí estaba internado mi hijo John, por entonces de 3 años de edad, confinado a una carpa de oxígeno debido a un cuadro agudo de faringitis.
"¿Saben qué?", anuncié. "Papi ha sido canjeado".
"Papi", me dijo John. "Muévete, por favor. No me dejas ver la tele".
Stuart, un año mayor que John, preguntó: "¿Ya no jugarás para los Patriots?"
"Ya no", le respondí. "Ellos quieren que Tom Brady sea su mariscal. Yo seré un Buffalo Bill".
"¿Dé qué color son los Bills?", preguntó Stuart.
Alarmado, John quitó la mirada del televisor y expresó su preocupación: "¿Te convertirás en un búfalo?"
La duda de Stuart acerca de los colores de mi nuevo equipo desaparecieron al día siguiente, cuando llegó al hospital una caja con jerseys, gorras y otros elementos de los Bills, cortesía del entrenador en jefe Gregg Williams y el dueño Ralph Wilson.
Más tarde, Wilson envió su avión privado a buscarnos, y en Buffalo recibieron a la familia como si fuéramos The Beatles.
En una ciudad que había tenido dificultades para llenar el estadio en los años anteriores, la venta de boletos se fue a las nubes cuando se conoció la noticia de mi contratación. Esta inyección de estima y reconocimiento me ayudó a olvidar rencores con los Patriots, y poco a poco fui comprendiendo que tal vez la movida había sido lo mejor para todos.
Tom Brady y Drew Bledsoe
Sin duda lo fue para New England, que se transformó en la dinastía de la década, y también probablemente lo haya sido para mí. Con o sin Brady, mi futuro con los Patriots no era demasiado prometedor, dada la relación distante que tenía con Belichick. A diferencia de Brady, yo no era el mariscal de Belichick. A diferencia de Brady, yo no había sido elegido por Belichick en el draft. Me había reclutado Bill Parcells, quien luego se marchó a los Jets y en su lugar llegó Pete Carroll.
En las tres temporadas de Carroll con los Pats, no tuvimos campañas perdedoras. Aún así, el entrenador fue cortado, en una decisión que el dueño Robert Kraft calificó como "la más difícil desde que compré al equipo".
Kraft cortó a Carroll porque tenía en mente a Belichick, a quien admiraba desde el '96, año en que se había desempeñado como asistente de Parcells en New England. Fue la temporada en que llegamos al Super Bowl, donde caímos ante los Packers.
El dueño creía que la dupla B-B (Belichick y yo) podía llevar al equipo de regreso a la pelea por el título, y cuando me concedió la extensión de 10 años me comparó con otras leyendas del deporte de Boston, como Ted Williams, de los Red Sox, y Bill Russell y Larry Bird, de los Celtics.
Nada tengo que reprocharle a Kraft. No es culpa de él que el destino quisiera que fuera otra dupla B-B la que llevara a su equipo a la grandeza.
Tampoco tengo reproches contra los aficionados de New England, quienes me recibieron con una ovación de pie cuando regresé a Foxboro con los Bills. Después de tanto haberlo esperado, al final nunca entré al flamante Gillette Stadium con los colores de los Patriots. Me sentí Moisés, desvaneciéndose antes de llegar a la Tierra Prometida. Pero al menos sí lo hice con el uniforme de Buffalo.
Los aplausos de ese día y de las otras dos veces que regresé a Foxboro con un equipo rival, sumados a mi ingreso este año al Salón de la Fama de los Patriots por votación de la gente, y al compromiso de la directiva retirar mi Nº 11 en algún momento de la próxima temporada, son todas muestras de que mi relación con los aficionados de New England está sanada.
Apenas cinco días después de que se concretara mi canje a Buffalo, envié un mensaje para demostrar que mi rabia se había aplacado rápidamente y ya no había rencor con los Patriots, sino sólo agradecimiento. Compré una página completa del diario Boston Globe y publiqué una carta firmada por mí, en la edición del 26 de abril del 2002:
Drew BledsoeAficionados de New England:
Cuando los Patriots me seleccionaron en el draft de 1993, yo era un chico de 21 años de edad, de una pequeña universidad (Washington State) y de una ciudad aún más pequeña (Walla Walla, Washington). Nunca había estado en la Costa Este, y no sabía el lugar especial que ocupan los deportes en el corazón de los habitantes de New England. No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que ustedes apoyan a sus equipos y jugadores con incomparable fervor... y estruendo. He madurado muchos en estos 10 años, y ustedes han nutrido este crecimiento como persona y jugador. No podría estar más agradecido por su respaldo.Aficionados de New England,
Me agrada haber sido una pequeña parte de una evolución positiva de la franquicia de los New England Patriots. La energía de Robert Kraft llenó las tribunas, lo cual me permitió jugar frente a tantos de ustedes a lo largo de los años. La visión de la organización ha elevado al equipo desde principios de los '90 y ha producido dos apariciones de Super Bowl y un campeonato. Estoy orgulloso de que ustedes estén orgullosos de ser aficionados de los Patriots.
Ustedes me enseñaron muchas cosas. Me enseñaron el significado de lealtad, me acompañaron en las buenas y en las malas. Su incomparable unión como afición me enseñó la importancia del trabajo en equipo. Su relación entre ustedes y conmigo me enseñó el concepto de comunidad, y me inspiró la necesidad de devolverle a la comunidad. Su apoyo inquebrantable me dio perspectiva, y me permitió darme cuenta de lo afortunado que soy de jugar el juego que tanto adoro. Y sí, ustedes me enseñaron acerca del Green Monster, y me enseñaron que Larry Bird será siempre mejor de lo que Magic Johnson jamás haya sido.
Más importante, me enseñaron sobre el amor y el respeto. Las cartas que recibí en el hospital, mientras me recuperaba de la colisión que sufrí en el campo de juego, fueron muchas y maravillosas. Me demostraron que para ustedes yo era más que un número en el emparrillado. Era una persona que les importaba y les preocupaba. En la crianza de mis hijos, les contaré historias acerca del cariño que recibí de parte de ustedes. Sencillamente, ustedes me ayudaron a aprender de qué manera la gente debe tratar a la gente, y les agradezco por eso.
Por favor, sepan que ustedes han hecho una profunda diferencia en mi vida y en mi forma de vivir. Y a pesar de que estoy entusiasmado por mi futuro en Buffalo, los extrañaré. Les agradezco todo lo que ustedes significan para mí, y les deseo lo mejor de lo mejor.
Sinceramente,
Drew Bledsoe
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(Nota al pie de Santiago: Si bien New England quedó eliminado el último domingo, publico esta historia ya que se pueden encontrar muchas similitudes entre esta controversia entre Bledsoe y Brady, con la de Alex Smith y Colin Kaepernick en San Francisco, siendo la mas notoria que en ambos casos -Patriots 2001/2002 y 49ers 2012/13- los dos equipos llegaron al Super Bowl. Para NE el final fue feliz. Para SanFra, ¿cómo terminará esto?)

Fuente de las imágenes: Getty Images (todas menos la última) y Boston Globe (fascímil de la carta abierta de Bledsoe)

Publicado originalmente en junio de 2011

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