En el Mercy Hospital de Miami me informaron que tenía una fractura en la pierna derecha, además del tobillo derecho dislocado.
Morrall me comentó que East se le acercó durante el partido y le dijo: "Dile a Griese que no quise lastimarlo".
Yo no necesitaba una disculpa. Sé reconocer cuando hay mala intención, y la jugada de East no había sido sucia.
Morrall completó el partido ante los Chargers con dos pases de touchdown, y ganamos 24-10.
El destino del equipo quedaba en manos de Morrall |
Pero la prensa nos daba por acabados.
"Griese fuera por la temporada", titulaban los diarios. "Se desvanece la ilusión de Super Bowl de Miami".
En la Semana 6 nos visitó Buffalo, y el escepticismo de los críticos pareció confirmarse, cuando los relativamente débiles Bills estuvieron a punto de irse del Orange Bowl con una victoria.
Morrall lanzó una intercepción y ningún touchdown, y ganamos agónicamente por un punto: 24-23.
Sin embargo, luego de ese susto, Morrall entró en confianza, Shula realizó los ajustes necesarios, y las cosas marcharon sin tropiezos el resto de la temporada regular.
Terminamos con marca invicta de 14-0, y recibimos a los Browns de Nick Skorich y Mike Phipps en la primera ronda de los playoffs.
Morrall completó apenas 6 pases contra Cleveland, pero no hizo falta más; en parte gracias a que, del otro lado, Phipps lanzó 5 intercepciones.
Shula repartió los acarreos en forma pareja entre Csonka, Morris y Kiick, y terminamos el juego con un total de 198 yardas por tierra.
Los Browns se pusieron adelante por un punto en el último cuarto, con el único pase de touchdown de Phipps en el partido, pero Kiick nos devolvió la ventaja con un acarreo de TD de 8 yardas, y ganamos 20-14.
Estábamos 15-0, y a un juego del Super Bowl.
Pese a que nuestra marca invicta de temporada regular era la mejor en toda la liga, tuvimos que ir a disputar como visitantes el Campeonato de la AFC, debido a un sistema de rotación que estaba vigente aquél año.
Morrall hizo lo suficiente en el triunfo sobre Browns |
Viajamos a Pittsburgh, para enfrentar a los Steelers de Chuck Noll y Terry Bradshaw.
Ahora las cosas se ponían realmente difíciles.
Desembarcamos en el Three Rivers con una idea muy clara sobre el partido: el resultado se decidiría en el duelo personal entre Little y el tackle defensivo Mean Joe Greene.
Cualquier equipo que enfrentaba a los Steelers enviaba por lo menos dos hombres a bloquear a Greene, pero Shula confiaba en que Little iba a poder hacerlo sin ayuda.
Greene tal vez era el mejor tackle defensivo de la liga, pero Little era el mejor guardia.
Pittsburgh terminó el juego sin capturas de mariscal, y en dos situaciones de cuarta y corto corrimos justo en dirección a Greene para lograr el primer intento.
Sin embargo, al cabo de la primera mitad estábamos empatados en 7, y Morrall había tenido muchas dificultades para mover el balón.
De hecho, nuestra única serie anotadora había fallecido en el medio campo... pero fue revivida por el pateador de despeje, Larry Seiple.
Al contrario de lo que muchos pensaron, no fue una llamada de Shula. Fue una improvisación de Seiple. Recibió el balón, y cuando se disponía a patear descubrió que no había rivales a la vista, así que se echó a correr.
Corrió 37 yardas, hasta la 12 de Pittsburgh. Poco después, Csonka anotó en una recepción de touchdown, para irnos al descanso empatados.
Shula no estaba para nada conforme.
Los críticos decían que habíamos tenido un calendario demasiado sencillo hasta aquí, y desconfiaban de que pudiéramos vencer a un rival como Pittsburgh, que esa temporada no había perdido en su estadio.
De regreso, con piernas frescas |
Era el momento de la decisión clave para Shula.
Se acercó a mí y me preguntó: "¿Estás listo?"
"Por supuesto que sí", le respondí.
"Bueno", me dijo, "estás adentro".
Shula me confesó después que, al hacerme ingresar en lugar de Morrall en la segunda mitad, no descartó la posibilidad de volver con Morrall, si veía que yo estaba muy oxidado.
Pero eso no fue necesario.
Tal vez yo estaba un poco oxidado. Lancé una intercepción a manos del apoyador Jack Ham, que por suerte fue anulada por offside defensivo. Pero también tenía piernas frescas y brazo fresco. En esa misma serie conecté un pase de 52 yardas con Warfield, y luego Kiick anotó un touchdown en un acarreo de 2 yardas, para pasar por primera vez al frente en el marcador y no volver a mirar atrás.
Recuerdo el momento en que ingresé al campo al comenzar la segunda mitad. Habían pasado 10 semanas desde la lesión. Me uní a mis compañeros de la ofensiva, en la reunión previa a la primera jugada, y noté su entusiasmo por verme nuevamente allí. Pero a la vez noté que había demasiada ansiedad por estar a 30 minutos del Super Bowl, y muchos nervios por estar en un ambiente hostil.
En síntesis, la reunión era un caos.
Todos hablaban al mismo tiempo. Cada uno expresaba lo que le parecía que debíamos hacer. Se escuchaban ideas de todo tipo: "¡Vamos a golpearlos en la garganta! ¡Ataquémoslos por el medio! ¡Hagamos lo que ellos lo que ellos quieren hacer con nosotros!"
Hasta que grité: "¡Cállense!"
Se hizo un silencio.
"Vamos a hacer lo que yo diga", agregué, y procedí a llamar la primera jugada.
Ganamos 21-17, y después del partido Shula se negó a decir quién sería el QB titular en el Super Bowl VII. Pero todos sabíamos que el equipo ya era mío otra vez.
Fuente de las imágenes: Getty Images
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