Shula tenía que tomar una medida peligrosamente impopular, de cara a la temporada de 1972.
El entrenador quería darle la titularidad a Morris sobre Kiick, pero temía generar una controversia en el vestidor.
En esto, el hombre clave era Csonka.
El fullback era amigo íntimo de Kiick, y eso era lo que más le preocupaba a Shula.
Si Csonka tomaba partido por Kiick, el entrenador iba a quedar en una posición incómoda, y la química del vestidor iba a verse amenazada.
En la semana previa al juego inaugural en Kansas City, cuando Shula dio a conocer la lista de titulares para enfrentar a los Chiefs, se hizo un silencio en el vestidor, al ver lo que estaba escrito: "QB 12 Griese, FB 39 Csonka, RB 22 Morris..."
Lo primero que hice fue mirar a Zonk.
Lo primero que él hizo fue rodear con su brazo los hombros de Kiick.
Más tarde vi a ambos conversando en voz baja. Me acerqué a ellos, dispuesto a mediar a favor de Shula, en caso de que estuvieran despellejando al entrenador.
Lejos de eso, Zonk le estaba diciendo a su amigo que, si lo que ambos querían era ganar, no había mejor entrenador para ganar que el nuestro.
Esa escena quedará por siempre grabada en mi mente, no sólo porque significaba que el potencial conflicto estaba resuelto, sino porque me dejó ver la clase de gente que eran Csonka y Kiik.
No sólo siguieron adelante sin quejarse, sino que se preocuparon por hacerle sentir, al nuevo RB titular, que ahora la fraternidad de corredores ya no sería de dos, sino de tres.
Morris inició el juego contra los Chiefs, y Shula distribuyó la carga en forma matemática: por cada acarreo de Kiick le dio dos a Morris y tres a Csonka.
Así, Zonk terminó el juego con 21 acarreos, Morris con 14 y Kiick con 7.
Alcanzó con apenas 8 pases completos de mi parte, para imponernos 20-10 ante los Chiefs de Hank Stram y Len Dawson.
En la Semana 2 vencimos a los Oilers del mariscal Dan Pastorini por 34-13, y al domingo siguiente llegó la prueba de fuego: una visita al Met Stadium de Minnesota, para enfrentar a los Vikings de Bud Grant y Fran Tarkenton.
Fue un partido durísimo, tal como lo esperábamos, y estuvimos siempre abajo en el marcador. Pero nuestra defensiva nos mantuvo a tiro, al interceptar tres veces a Tarkenton.
En el último período caíamos 14-6, y teníamos cuarta oportunidad en la yarda 44 de Minnesota.
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El invicto se salvó por muy poco en Minnesota |
Miré a Shula, seguro de que iríamos a buscar el primer intento. Yepremian nunca había convertido de más de 47 yardas, y en este caso nos enfrentábamos a una patada de 51 yardas.
Pero el coach gritó: "¡Gol de campo!"
Yepremian acertó, y nos acercamos a 14-9, con 3 minutos por jugar.
Los Vikings recibieron el balón en la 21, y se pusieron demasiado conservadores. Corrieron dos veces, lanzaron una, y no lograron el primer intento.
Iniciamos la marcha final con 2 minutos en el reloj, desde nuestra yarda 41.
Avanzamos hasta la 3 de los Vikings, y llamé una jugada de pase.
Tomé el balón y rolé hacia la derecha. Nadie libre por ese lado. Escapé hacia la izquierda, vi al ala cerrada Jim Mandich en la zona de anotación y lancé el balón.
Touchdown.
Victoria en Minneapolis, para que el optimismo llegara a las nubes en Miami.
Luego superamos a los Jets, y después llegó el juego de la Semana 5, en casa frente a San Diego.
En una jugada de pase en el primer cuarto, sentí que había penetración de la línea defensiva, así que lancé un balón rápido por el medio a Kiick. Mientras lanzaba el pase, que terminó siendo incompleto, el ala defensiva Deacon Jones, a quien los Chargers habían adquirido ese año en un canje con los Rams, me golpeó a la altura de la cintura. Una fracción de segundo después, el tackle defensivo Ron East cayó sobre mi pierna derecha.
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Un contratiempo inesperado en la Semana 5 del '72 |
Sentí la presión sobre la pierna, y supe inmediatamente que estaría afuera un largo rato.
En seis año de carrera con los Dolphins, sólo me había perdido dos partidos en el '67 por una lesión de hombro, y cuatro en el '69 por un problema de rodilla.
Sabía que esta vez iba a ser más tiempo.
En mi lugar ingresó Earl Morrall, un veterano reserva de 38 años de edad, a quien Shula había traído de los Colts.
Yo estaba seguro de que, con la defensiva y el juego por tierra que teníamos, Morrall iba a ser capaz de conducir al equipo con éxito el resto del camino.
Casualmente, él ya lo había hecho una vez.
En 1968, los Colts de Shula y Unitas llegaban como grandes candidatos a ganarlo todo, pero el mariscal se lesionó en el último juego de la pretemporada.
Entonces Morrall tomó las riendas, y condujo al equipo a una temporada casi perfecta.
Baltimore perdió solamente un juego en temporada regular, y solamente uno en postemporada: el Super Bowl III, cuando los Jets dieron la gran sorpresa.
Así que yo sabía que con Morrall en los controles teníamos oportunidad de regresar al Super Bowl. Sólo lamentaba que, al parecer, yo no iba a poder estar allí.
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