George Allen no se equivocaba muy a menudo. Durante su exitosa carrera como entrenador en jefe de los Rams y de los Redskins, demostró que se equivocaba bastante poco. Pero en mi opinión cometió un error en el Super Bowl VII, al dejarse engañar por el tamaño no muy imponente de Fernandez, y pensar que iba a poder bloquearlo con un solo hombre.
Nuestro tackle defensivo, no muy pesado, pero sí fuerte, ágil y rápido, superó constantemente esa tarde al centro Len Hauss, y terminó con 17 tacleadas.
Yo creo que Fernandez merecía el premio al Jugador Más Valioso del Super Bowl, pero está bien que se lo hayan dado a Scott. Él era un símbolo de nuestra defensiva, y logró dos intercepciones en el partido.
Sin embargo, el hombre clave para salvar el juego, tras el embrollo en que nos había metido Yepremian, no fue ni Fernandez ni Scott. Fue el ala defensiva Bill Stanfill.
Con el marcador 14-7 y poco más de 2 minutos en el reloj, Allen enfrentaba la decisión de entregarnos el balón, o intentar una patada corta.
En este caso no se equivocó. Con tres tiempos fuera en su poder, pateó el balón al fondo y confió en su defensiva, buena parte de la cual estaba conformada por ex jugadores suyos de los Rams, a quienes había importado a Washington. Por eso algunos los llamaban los "Ramskins".
Un pase de 11 yardas a Warfield nos dio un primer intento, pero después nos vimos forzados a despejar.
Levy, como era de prever, envió una carga feroz contra Seiple, quien casi de milagro consiguió dar la patada antes de que lo devorara la jauría de Redskins.
Washington iniciaba su última marcha desde su yarda 30, con 1:14 por jugar.
Shula, quien estaba 0-2 en Super Bowls, luego de haber perdido uno con los Colts y uno con nosotros, dependía ahora de su defensiva para no perder el tercero.